Candado escondido

Días de tempestad con abundantes resonancias, con un cielo cubierto de visuales sonoridades. Cada vez que el barquito lograba sacar a flote la proa, otra ola embestía su ya maltrecho cascarón de nuez. Los rayos fueron luz, fogonazos de claro pensamiento que quemaron neuronas e interrumpieron circuitos. A su vez, los truenos intentaron de buena manera sacudir las nubes para despejar el panorama. Ambos tuvieron éxito, pero no consideraron que un maremoto podría perjudicar su labor.

Cansada de izar las velas, hoy busqué refugio en el tibio calor de un conocido puerto. Me cobijaron, abrieron sus brazos y me dieron madera para hacer las reparaciones. En forma complementaria, ofrecí mis cargamentos y producciones, que tomaron con el agrado de quien sabe reconocer un buen producto de origen noble.

A punto de flaquear, hoy casi te otorgo la llave de mi reino mental. Si llegás hasta acá será por mérito propio, y no pienso justificar nada ni mucho menos, negarme. Bienvenido al caos.

Jugando al "Quién es quién?"

Paraditos y en fila. Así los formo, con nombre y apellido; figuras de papel montadas sobre plásticas formas premoldeadas de exhibición. Sonríen, muestran las perlas y sus mejores perfiles. Curiosamente ninguno deja ver la espalda: el venir está impuesto por la sociedad como la mejor manera de obtener el objeto de deseo, mientras que el ir quedó condenado al segundo puesto.

A pesar de los límites del campo, se observa multiplicidad. Cuando las opciones son abundantes pero ninguna convence, no elegís: descartás, para luego conservar la menos peor. En el juego vas volteándolos, como tachando de una lista las acciones realizadas o los territorios conquistados. Con sólo dar un paso, chasquear los dedos o tipear cinco letras obtenés la satisfacción momentánea que otros anhelan. Pero este año será diferente: en mi caso, decidí revolear bien lejos el tablero y dejar de jugar.

Me despedí de todos ellos. Mail, DMs, mensajes de texto, conversaciones por chat y del que no lo hice de manera virtual, lo efectué en forma mental, porque las palabras estaban de más. Tanta formalidad para algo tan simple como bajar la persiana hasta mucho más de la mitad, dejando un poquito de distancia del suelo para que corra el aire.

El 2010 me contempla como a un témpano de hielo: ellos no serán ni mi vicio ni mi guía, menos que menos mi compañía, lejísimos están de ser mi motor o motivación. Las satisfacciones vendrán por mi parte.

He dicho.