Días de tempestad con abundantes resonancias, con un cielo cubierto de visuales sonoridades. Cada vez que el barquito lograba sacar a flote la proa, otra ola embestía su ya maltrecho cascarón de nuez. Los rayos fueron luz, fogonazos de claro pensamiento que quemaron neuronas e interrumpieron circuitos. A su vez, los truenos intentaron de buena manera sacudir las nubes para despejar el panorama. Ambos tuvieron éxito, pero no consideraron que un maremoto podría perjudicar su labor.
Cansada de izar las velas, hoy busqué refugio en el tibio calor de un conocido puerto. Me cobijaron, abrieron sus brazos y me dieron madera para hacer las reparaciones. En forma complementaria, ofrecí mis cargamentos y producciones, que tomaron con el agrado de quien sabe reconocer un buen producto de origen noble.
A punto de flaquear, hoy casi te otorgo la llave de mi reino mental. Si llegás hasta acá será por mérito propio, y no pienso justificar nada ni mucho menos, negarme. Bienvenido al caos.